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Planear para Prevenir

Por Salvador Cervantes

El pasado Lunes una tormenta intensa causó estragos en los límites de la Ciudad de México y el Estado de México, más específicamente en la zona de Santa Fe e Interlomas.

Dicha lluvia puntual de más de 68 milímetros acumulados ocasionó inundaciones en viviendas, estacionamientos subterráneos y vialidades, por los escurrimientos que confluyeron en esta zona y que requirieron de la activación de protocolos de atención por parte de autoridades de ambas demarcaciones.

Esta contingencia, sin duda es ejemplo de la gran cantidad de incidentes que ocurren en las ciudades y que están vinculados a fenómenos adversos que causan afectaciones a la población, sin embargo, mas allá de analizar cuáles son estos fenómenos, quisiera hablar de la construcción social del riesgo.

Para lograrlo debo señalar que el riesgo tiene dos componentes: el peligro y la vulnerabilidad; el primero de ellos hace referencia específica a los fenómenos perturbadores como huracanes, sismos, lluvias, incendios, etc., los cuales son elementos que difícilmente pueden ser intervenidos por el hombre.

Sin embargo, la vulnerabilidad, sí es una característica netamente social y la cual está asociada al grado de exposición y afectación que tiene una comunidad ante un peligro específico, es decir, que tan expuesta está la población al impacto de un huracán, de un sismo, de una lluvia intensa, entre otros.

Conociendo esto, debemos decir que la vulnerabilidad claramente puede ser alterada o modificada por el hombre y es aquí donde se vincula a la construcción social del riesgo.

Construir el riesgo es realizar acciones (tanto del gobierno como de la sociedad) que modifiquen la vulnerabilidad de la comunidad, tales como: permitir la urbanización en zonas de riesgo, la modificación de los usos de suelo, la construcción cercana a los márgenes de los ríos, incluso la invasión de terrenos y su posterior legalización, por señalar algunas. En este sentido también se involucra la planeación urbana como un elemento importante para reducir la vulnerabilidad.

Planear el crecimiento de las ciudades debe ser la estrategia de desarrollo urbano más importante para los ayuntamientos, quienes son los responsables de regular el uso del suelo y mucho más relevante es vincular esta planeación a los Atlas Municipales de Riesgos.

Los Planes de Desarrollo Urbano deben también contemplar una sustentabilidad vinculada a la protección del medio ambiente, permitiendo el resguardo de zonas donde la construcción de vivienda e infraestructura podría traer consigo la generación de riesgos a la población y su patrimonio.

Sin embargo la construcción de ciudades resilientes basadas en su crecimiento ordenado y con una visión de Gestión Integral de Riesgos de Desastre, no sería posible sin la participación de todas las dependencias de gobierno y por supuesto de la población.

Transversalizar la prevención es una obligación moral de los gobiernos locales y una responsabilidad de la sociedad, al impulsar en conjunto una cultura que perciba los riesgos como una realidad de nuestras sociedades, pero la cual es posible transformar con acciones de mitigación.

Como sociedad debemos responsabilizarnos de nuestro papel en el tema de reducción de riesgos y todo empieza por dejar de ignorar que vivimos en un mundo cambiante, donde el crecimiento de las ciudades genera riesgos que se crean y modifican con el mismo dinamismo con el que cambia el medio ambiente y la sociedad; a ello debemos aprender a adaptarnos reduciendo riesgos a corto, mediano y largo plazo.

¡¡¡Si planeamos…prevenimos!!! Hasta la próxima.

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